sábado, 21 de marzo de 2015

As de oros.


Ven ya.

Mírame de nuevo con esos ojos marrones color mar.

Vuelve.

Volvamos a hacer de esa cala nuestro lugar de encuentro, y de la arena color ocre la cama más mullida jamás probada.

Vuelve y recuérdame la suave rojez y el tacto cálido y hogareño de tus mejillas.

Deslúmbrame con ese rizado pelo color negro, que aun mojado, te hacía ser la leona que dominaba cada una de las selvas en las que yo me perdía.

Teletranspórtame con tus besos sabor canela al paraíso terrenal en el que, si por mi fuera, me quedaría a vivir sin un solo duro.

Aun recuerdo lo extraño que era ver las estrellas tumbado contigo al lado, preguntándome una y otra vez el por qué tú no flotabas con ellas.

Recuérdame.

No me olvides.

Arráncame el corazón sin ninguna piedad y haz que sus latidos sean tu fuerza para superar cualquier problema. No lo quiero de vuelta, me basta con cuidar del tuyo.

Hazme el amor con la rabia acumulada de los años en los que unas simples fotos y varias conversaciones nos bastaron.

Desgárrame la piel y aráñame las dudas, hazme parte de ti.

Devuélveme las ganas de amar, esas que te dejé prestadas, y dale la luz necesaria a mis ojos, llevan demasiado tiempo teñidos de gris.

Divisemos al resto del mundo desde arriba, seamos las águilas que hace tiempo fuimos.

Subamos juntos esa pequeña colina a un ritmo vertiginoso como nunca hicimos.

Salpiquemos sin cesar en esa apartada playa como si siguiéramos siendo niños.

Seamos la eternidad que un día quisimos, pero que nunca dejamos ni dejaremos de ser.

Continuemos desafiando las leyes de la física mientras nuestras miradas se intuyen a centenas de kilómetros.

(Y fin de otra noche en la que soñarte es uno de los pocos motivos por los que te sigo recordando; y fin de otra noche en que te imagino soñando a mi lado, sin sueño, con alas, y con unas ganas de volar tan tremendas que hacen que lo nuestro siga siendo posible).


Hay quien sabe ser poesía aunque nunca llegue a saberlo.

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